Los mejores vendedores se diferencian de otros no porque hagan cosas extraordinarias, sino porque hacen cosas sencillas, pero extraordinariamente bien, y crean buenos hábitos. Algunos de estos hábitos son: identificar a los clientes objetivo y centrar la atención en ellos, seguir una metodología o proceso de ventas estructurado, conocer perfectamente el producto o servicio que venden, practicar la escucha activa, y realizar un buen seguimiento.